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#ACOVATELMOS#talmos.Morcegos de Filosofía

Las gemelas

Esta historia es tan increíble que apenas yo me la creo. Cuando acabè de unir los cabos estaba tan envuelto en los hecho9s que apenas distinguía lo que estaba pasando en mi círculo más cercano de amigos y conocidos. Empezaré contando las trazas más sencillas de aquello, los hechos más relevantes, eso que me encandilaba y me tenía el ser preso de las apariencias evidentes. Ocurrió una tarde de febrero luminosa y clara como pocas. Estaba cerca del piso donde vivía yo de alquiler, llegaba a mi casa pensativo como tantas veces y con las miradas burlonas de mis nuevos amigos, compañeros de copas y juego a quienes venía de dejar porque la novedad del grupo y mi presencia juntasa aún se rozaban haciéndose daño. El espeso entramado de la conversación habida a mi no me satisfacía 3en absoluto y por eso decidí dejar el bar, un club divertido donde enamorarse de una buena conversación y del placer de un buen par de cigarrillos y una copa de licor café. Me crucé en la calle Pedro el Viajero a una mujer que acompañaba y mostraba placentera su hacer educativo a dos pequeñas gemelas de unos cinco años cada una. Por aquel entonces vivía yo a caballo entre dos mundos, el primero mi estudio práctico y juvenil de filosofía y ateísmo y el segundo mi pasión noble por una mujer lejana al círculo de mis amistades, una mujer que no aceptaba como norma que los hombres la seduzcan con joyas, ropa y dinero, una mujer especial en todos los sentidos que a mis conocimientos sobre ser mujer tocaba. Por eso y porque mi pasión hacia el género femenino en esas fechas aumentaba sin pausa pronto he de decir que me sentía feliz de cómo me iban las cosas. Y ocurrió eso, que me crucé con la mujer adecuada en el momento preciso. Ella despertó del letargo un sentido original en mí que he de comentar y desarrollar bajo estas líneas: el tiempo complejo, la no linealidad de la temporalidad vivida, poco a poco dio lugar a juntar posteriormente unas coincidencias que si bien eran inconexas hasta esas fechas para mí jamás volvieron a serlo. Desde ahora seré menos preciso y la lectura habrá de ser más atenta y pausada.

   Una noche, viendo un vídeo por tercera o cuarta vez en el videoproyector de uno de los pisos de mi  madre y mi padre, con insomnio y curiosidad por la cinta, trataba yo de hallar luz en las secuencias y no salía de mi asombro cuando, por azar o cuidado salí a tomar el aire y entré en un discobar del pueblo: allí reconocí sin el menor género de dudas la cara, la figura y el cuerpo todo de la protagonista de la cinta que en el salón del piso estaba repasando y allí entre la multitud ella me hizo señales y gestos con la boca, gestos que me remitían a las secuencias y planos de la película. Aquella mujer estaba en el discobar, gestualizaba igual que la protagonista de la cinta y parecía querer darme a entender algo convreto y conciso. Me alerté y pudo más mi serenidad que mi sensualidad al descubierto. Si lee estas líneas se me estremecería el cuerpo, y acaso llegue a leerlas, pero...   Aquella mujer que acompañaba a las gemelas vuelve a mi mente, y con ellas esa otra mujer del discobar.

   He de anotar a vuelapluma la presencia en el pueblo de un laboratorio de investigación militar de donde salen las ideas terminadas de su escondite para ser pronto conocidas entre la población común. Digo ideas y sería más correcto decir o escribir ingenio planetario o aún sideral, pues el disfraz con que se presentaron a mi tanto las apariencias de las gemelas como las caricias a distancia de la chica de la película eran bastante eficaces, pero... no lo suficiente.  La chica o mujer, más bien mujer que atrapaba mis sueños ha de ser la clave del proce4so en que vi envuelta mi normalidad, ahora lo sé, ampliada gracias a mis observaciones, por cualquiera de los motivos provocadas por la actuación mesurada y madura de ella, de la mujer con la que conviví durante esos meses. Ella era la piedra filosofal del asunto que expongo y como conviene a ello, ahora paso a describir qué sucedía. Ella me contó que de niña estuvo a punto de morir, nada inusual en la mitología que corresponde a los añós de mi infancia para la gente de los años sesenta y por tanto su generación. Y conviviendo junto a ella noté pequeños cambios en su hacer y su decir, y también en su físico. De pronto se me ocurrió que mi memoria engañaba mi inteligencia y tomé por obtuso mi pensar. Más cuando ellas, y digo ellas, se mostraban conmigo como una persona sola. como una persona madura que ejerce su madurez con soltura y efici9encia. Y ahí está parte del asunto, aquella tarde luminosa reconocí a la mujer con la que estaba conviviendo, en una de auqellas dos gemelas que acompañaba la mujer a enseñarles educación. Detrás de mi, apenas a tres metros duerme ella totalmente entregada a ilustrar mi ignorancia respecto al laboratorio militar en el que se crió sin referir la menor alusión al efecto y actuando con resolución. Con mi padre por defensor y la tranquilidad de ánimo en el pecho me sorprendo al constatar que he visto a una mujer, mejor, a las gemelas en dos momentos diferentes de sus vidas bajo la apariencia de fechas cercanas, apenas unos días de diferencia, con el aspecto de respectivos cinco años y cuarenta y cinco. Ello puede sonar y suena a coincidencia, por eso lo expongo como tal, y más. Una noche de insomnio como otras salí yo, descansado a pasear bajo  la luz de la luna y llegando así en mi paseo al Pueblo-Estrada y con el efecto de querer pagar unas zapatillas deportivas a un pariente pues a mi padre se le olvidaba ya en repetidas ocasiones me acerqué a la tienda cerrada temprano en la mañana esperando la apertura o la entrada en escena de mi tío cuando vi llegar acercándose a un joven apresurado y nervioso por la calle de entrada al pueblo. Se detuvo un instante y haciendo gesto de saludo dio por terminada su excursión y volvió sobre sus pasos. Claro está que eso me sorprendió y más cuando se ha de considerar que en su aspecto reconocía yo mi imagen y mi excursión nerviosa una tarde, y digo tarde porque yo vivía una mañana tras el amanecer y con una caminata de ventitantos quilómetros recorrida. Yo y yo mismo en dos fechas diferentes, una en una tarde de verano tres o cuatro años antes y otra una mañana de marzo o abril tres o cuatro años después. Notable coincidencia cuando yo desconocía la clonación por completo, por ejemplo. Mi hallazgo fuera de parecer increíble a otras personas pareció normal cuando lo comenté y no sólo eso, sino un ejemplo más de la cotidianidad y nada llamativo, pareciere un pelo que trivial se desprende, una gota de agua en el océano, una arena de un desierto. En ambos casos, primero con las gemelas que me encuentro en  mi vida personal y encuentro en la calle con una distancia para ellas de cuarenta años,  y segundo con mi autoencuentro, he vivido una temporalización que desbordaba y desbordó por su complejidad mi parecer local respecto del tiempo. Aguardo y deseo novedades al respecto. 

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