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De Rottenmeier a Frankenstein

Zapatero ha sorprendido a todo el mundo. Ha remodelado su Gobierno a pocos meses del final de la legislatura. Nadie se lo esperaba. Rajoy, tampoco, y salió por peteneras: "irrelevante operación cosmética". Sí, hombre, menosprecia estas "irrelevancias" cosméticas, y luego quéjate. También los bloqueiros se han rendido a la misma copla. En la política española, lo que no es folclore es Carmen Calvo. Poca gracia hizo a la dicharachera ex ministra esta cosmética, y buenas dosis de maquillaje precisó para contrarrestarla. Pero, no se angustie la buena pixi y dixi que no se trata de una jubilación. Algún nuevo destino espera por sus salerosas capacidades.

Cosméticas y contracosméticas, sectarismos y contrasectarismos, desgracias son, nacidas o potenciadas por el desaforado partidismo político, que arruina conjuntamente virtud y razón. Tampoco es verdad que Sanidad y Consumo, independientemente del porcentaje del Presupuesto que gestione, sea, como ha dicho el mismo Rajoy, un Ministerio poco importante. Basta observar el extraordinario interés, espontáneo o inducido, que suscitan estos temas. Amén de que en España la asistencia sanitaria es casi toda pública. Y aunque su gestión está transferida a las comunidades autónomas, este achaque está generalizado a la casi totalidad de los servicios públicos (y más que se generalizará merced a la zapateril empresa de disolución de la nación). Con ese criterio, pocos, y por poco tiempo, ministerios relevantes quedarían.

Para mí, resulta particularmente llamativo el cambio del titular de Sanidad. Zapatero nos había entregado a una antipática y severa Srta. Rottenmeier (si a la fábula de Heidi acudimos) o a una cruel heredera del maldito linaje de Pedro Recio (si preferimos las más ilustres aventuras del Ingenioso Hidalgo) que, a fuerza de abstinencias y ayunos en mojama de cristiano nos quería convertir, y aun en vinagre, para mayor salubridad. Mas hete aquí que el ensoberbecido "talante", en su último avatar, nos la ha sustituido por un Dr. Frankenstein, especialista en la investigación con células madre. Enigmáticos son los avatares del omnipotente "talante" y tan vertiginosos en su sucesión que apenas uno ha barruntado la significación del último, cuando otro nuevo nos acomete. En este caso supongo que será por fastidiar a los obispos y darse tono entre los Pettit de Princeton.

Al margen de las graves cuestiones éticas que plantean las investigaciones del nuevo ministro, por sus primeras declaraciones parece ser uno de esos sabios cuya inteligencia está confinada a su especialidad, siendo completos necios al margen de ella. Así, ha dicho que hace quince años un maestro suyo, premio Nobel, le vaticinó que llegaría a ocupar esta cartera. Admirable la presciencia del maestro; lamentable el destino del discípulo. Tanto esfuerzo investigador y tanto gasto para llegar a eso. A eso que Zapatero, Pepiño y tutti quanti han conseguido mucho más económica y rápidamente. Para qué el magisterio de un esclarecido genetista cuando bastan habilidades predatorias y escaladoras.

Como este Dr. Frankenstein no sabe trabajar sin un Nobel cerca, él mismo se lo ha otorgado al jefe. Y, ya puestos, no uno, sino dos. Por decisión de su ministro, Zapatero es premio Nobel de la "honestidad" y Nobel de la "solidaridad". Los déspotas antiguos sometían a sus súbditos. En la España actual ni en eso han de molestarse. La servidumbre es voluntaria. Este Dr. Frankenstein quizá haya sido un buen científico, pero es un pésimo ciudadano. Su servilismo produce náuseas.

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