La valla sangrienta
Me han robado en otras ocasiones además de esa, aunque sigo sintiendo una serie de sensaciones dilatadas en varias horas que me acercan al vómito, y tengo que respirar hondo y abundar en una paciencia que considero infinita y es nada menos que una indignación escabrosa y el temple de un vecino más, un ciudadano. Castelldefels y todos los españoles tuvimos noticia de los trenes de alta velocidad hace bastantes años. Sin generalizar, hace diez años sentí vértigo ante la situación en los trenes de cercanías de la costa oriental de España, los conozco porque pasé varios Julios de vacaciones ahí, pues el vértigo consistía en sentir cómo y de qué manera los que vivimos en el país sabemos de la fragilidad de las mini economías de los inmigrantes respecto de quienes tenemos arraigo de generaciones en la zona. Escribí una carta a un periódico catalán alertando del peligro inminente de esos trenes de alta velocidad en la franja de Levante para la gente. El calor del día aprieta el cráneo hasta la noche y al llegar el desahogo nocturno se relaja el "mogollón" de las horas más cálidas, el riesgo parece menos o pasa inadvertido si tienes en el cuerpo tensiones familiares y económicas y una temeridad inadvertida se cuela entre las fibras de buen pensamiento que preside cada vez el día. Les escribía y supongo que como yo cientos de cartas llegarían con esa cuestión alargadas en el tiempo a esos periódicos. Pongan vallas entre dos vías en las zonas donde pase el tren de alta velocidad. Habrá quienes las llenen de pintadas y quienes las tiren a patadas, pero no es eso, es la vida de decenas de personas y el respiro del fresco nocturno lo que se va a notar. Y en medio la geta de Pepe Blanco llamando imprudentes a los 13 latinos y 20 espectadores, o 30, o 40, 0 50. Me han robado 13 vidas, trece vecinos, trece jóvenes de los que cada jueves no me dejan dormir y se gritan las tensiones del día, en fin, triste.
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